dE moDas...





Y si sucedió con las sombras, yo también (supe), acabaría menos tarde que temprano, por pasar estrepitosamente de moda. Mis palabras perderían brillo, la curvatura en cada: adjetivo no sería ya el atisbo de una cosa otra. Moriría aquella circular costumbre de volverme en mis pasos, de a poco sería el todo parte de lo mismo, y qué con eso.





Entiendo (creo hacerlo) el hoy, y esta mañana de jueves que se me deja ir tan temprano, tan de golpe es otra forma la que pienso, cada adverbio una poesía triste que nadie lee, marañas todas y pasando de largo las semanas, los rostros tan ríos de formas que se pierden.




Aún así, recuerdo los días del antes, nada de ajenas, pretéritas pero en mí, aquellas tardes otras en que eran las sombras algo todavía inhóspito, salvajes anuncios como cercos, y las modas moraban en ese lugar ajeno al cotidiano. Jornadas largas esas, y los días pasaban, y las noches dolían. Difícil cifrar las letras, eran tiempos del no saber, en dominios de lo que no se muestra, y los textos nos leían, y los errores eran lluvias, y sabíamos tan poco que nos daba gusto.









¿Qué habrá sido de lo que ya no es?





Porque también mis dudas pintaran


de a tramos sus alas con pasado,
miraremos juntos ese horizonte blanco en que las gotas sabían ser cantos,
y reíamos,
y nos sentíamos aún tan aptos,
tan seguros de estar
a la moda.

Cuando - FanderMole






Cuando me despierte cada día
con el cuerpo de aire y ese olor
feliz del tiempo manso de las lilas
sin miedo al movimiento y al dolor
cuando ya no tenga casi nada
de sangre en la garganta de papel
ni un agrio pez nadando en la mirada
ni quiera mas amparo que la piel
Van a ser los días esos barcos
de luz que una vez supe escribir
y la alegría que hemos olvidado
volviendo por los huesos a subir
yo me alimento con una quimera
en que los ojos al sol verán brillar
los brazos de mi padre en las banderas
y una ceniza negra y una ceniza negra
y una ceniza negra que se va.
Cuando me convenza que la suerte
me rige a la par que la pasión
y no el terrible arcángel de la muerte
rondando sobre el campo de el reloj
Si lo consumado y lo posible
tienen siempre la cara del horror
en esta patria de lo inaccesible
en este tiempo olvidado de Dios
Yo digo que mis ávidos amores
son fuertes y viven mas que yo
son gigantes tenues como flores
que alientan a este turbio corazón
los alimento con una quimera
en que los ojos al sol verán brillar
los brazos de mi padre en las banderas
y una ceniza negra y una ceniza negra
y una ceniza negra que se va.

Textos breves - Saller







…de modo, entonces consumir de a sorbos. Y no de formas otras, es preciso entender las raíces que dan cuerpo al texto breve. Nada de parsimonia debería de esconder cada frase, una oración: evitaremos entonces el dar por sentada una oración. Instantes preciados, será remedio al árido vacío del que evita la lectura. El hábito tosco de absorber cada frase con calma, la construcción misma, no. Deberemos preocupar al hábito, correspondiendo a tales minutos de atención, indómitos cual llama que se extingue a cada latir del tiempo. El leer será viento en las pestañas, un estrellar de puertas, si comprendemos sólo las raíces que dan cuerpo al texto breve, y aquel magnetismo frenético hará el resto, quedaremos nuevamente a un lado, a merced del inmediato entrecuzar de caminos. Es lo oído en los discursos de […]




Fragmento





Ritmos complejos



Como cada jueves, caminaba Manuel apresurado las dos cuadras entre el cine y la parroquia, giraba pasado el puesto de diarios y frenético se adelantaba al fin a faroles y canteros. Se lo veía complacido al comprobar que aquel banco de la peatonal aguardaba vacío, que la pareja de bailarines aún no estaba del todo lista para comenzar. De modo que mientras la arenosa melodía escapaba del parlante, nada impedía a Manuel observar atento al par de cuerpos enlazarse y confundirse como hilos de lana en eterno roce, presenciar en cada pulso, cada quiebre, cada trayectoria tibia y alabeada; el fluir incorruptible de la danza. Ni la novia perdida por descuido, ni siquiera la familia diluida por pereza tenían lugar por el momento; sólo el fluir atemporal, el puro deleite cristalizado en la danza.


Supo preguntar Manuel un jueves, las exquisitas leyes ocultas detrás de tan certeros pasos. Recibió entonces de los bailarines afiches blancos, con huellas numeradas desparramadas en confusa distribución. No tardó en comprender el secreto que guardaban, tampoco en abarcar con habilidad tango, fox-trot y todo estilo que cifraran aquellos pintorescos mapas. Acabó al fin las auto-impartidas lecciones y agradeció sincero la evidente transformación de tan vistosas técnicas, en meros trazos, en enteros consecutivos.


Algún tiempo después, mientras se ganaba la vida ahora él entreteniendo a peatones con su nuevo bailar apasionado, como nunca se sentía extraviado; su vida seguía marchita, su novia perdida, su familia diluida, su futuro incierto. Imaginó que si había métodos para orientar el movimiento de los pies, también los debía haber para encaminar las almas. La costumbre es un sitio del que pocos logran escapar, entonces buscaba Manuel afiches que guiaran sus acciones en los años por venir, elegía personas al azar para preguntar el paradero de los preciados mapas. Y fracasaba.


Sólo una respuesta entre tantas pudo triunfar en satisfacerlo, vino de un anciano que repartía volantes en el centro y por lo calmado lo turbó. "¿Afiches que guíen el alma es lo que está buscando? No vale el esfuerzo joven. Ritmos así de complejos -dijo- sólo se dominan a fuerza de bailarlos."



De cronopios y de famas - Prologo - Cortazar


Pero este texto hay que leerlo con atencion che, nada de asi al paso, lo termino al rato, atencion! porque no se presentan este tipo de oportunidades todos los dias, que cosa seria, es de no creer las cosas que se escuchan...


La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, cada mañana topar con el paralelepípedo de nombre repugnante, con la satisfacción perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentrífica, la misma tristeza de las casas de enfrente, del sucio tablero de ventanas de tiempo con su letrero Hotel de Belgique.

Meter la cabeza como un toro desganado contra la masa transparente en cuyo centro tomamos café con leche y abrimos el diario para saber lo que ocurrió en cualquiera de los rincones del ladrillo de cristal. Negarse a que el acto delicado de girar el picaporte, ese acto por el cual todo podria transformarse, se cumpla con la fría eficacia de un reflejo cotidiano. Hasta luego, querida. Que te vaya bien. Apretar una cucharita entre los dedos y sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele negar una cucharita, negar una puerta, negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara, emplearla para revolver el café.Y no que esté mal si las cosas nos encuentran otra vez cada dia y son las mismas. Que a nuestro lado haya la misma mujer, el mismo reloj, y que la novela abierta sobre la mesa eche a andar otra vez en la bicicleta de nuestros anteojos, ¿por que estaría mal? Pero como un toro triste hay que agachar la cabeza, del centro del ladrillo de cristal empujar hacia afuera, hacia lo otro tan cerca de nosotros, inasible como el picador tan cerca del toro.

Castigarse los ojos mirando eso que anda por el cielo y aceptar taimadamente su nombre de nube, su replica catalogada en la memoria. No creas que el teléfono va a darte los números que buscas. ¿Por que te los daria? Solamente vendra lo que tienes preparado y resuelto, el triste reflejo de tu esperanza, ese mono que se rasca sobre una mesa y timbla de frío. Rómpele la cabeza a ese mono, corre desde el centro hacia la pared y ábrete paso.

¡Oh cómo cantan en le piso de arriba! Hay un piso arriba en esta casa, con otras gentes. Hay un piso de arriba donde vive gente que no sospecha su piso de abajo, y estamos todos en el ladrillo de cristal. Y si de pronto una polilla se para al borde de un lápiz y late como un fuego ceniciento, mírala, yo la estoy mirando, estoy palpando su corazón pequeñísimo, y la oigo, esa polilla resuena en la pasta de cristal congelado, no todo está perdido.

Cuando abra la puerta y me asome la la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las cosas ya sabidas, no el hotel de enfrente: la calle, la viva floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mi como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las mire, cuando avance un poco más, cuando con los codos y las pestañas y las uñas me rompa minuciosamente contra la pasta del ladrillo de cristal, y juegue mi vida mientras avanzo paso a paso para ir a comprar el diario a la esquina.

A teru...






Busco, inspiración. Ese golpe suave en el cuerpo que duela tal cual mil catapultas apuntadas al pecho. Ganas esas de tomar del cuello al arte, destruir las formas, los conceptos. Necesito de ese temblor del suelo, de esa magia grisácea que me lleve al otro lado, a ese país de espumas blancas donde las letras brotan, y el camino es claro, y la duda amiga, aliada. Me he perdido yo mismo esperando esa noticia que llegue, el anunciar, la promesa de que pronto acometerá el milagro, el alerta, esa tormenta inculta que se porfía.

Y el tiempo nos muere de a uno los pasos, el avance me es lento y te busco en esta lluvia de verano, pido a gritos el estallido irrumpa, y avanzo solo, empapado en esta rítmica verticalidad que arrolla, y sean musas, pido, las que broten como gotas, se fundan, (el camino es tan largo), los pasos: tan muertos están todos, busco, inspiración que demuela mis piernas, y derrita mis letras, y me encuentre en esa zona ambigua de formas, de rastros donde al fin me enfrento a mi mismo, y soy yo de nuevo, tan torpe vagando, en esta lluvia que aprieta, y azota, y afirma, y ya no duele.

La caída - De Beatriz Vignioli








Si te dicen que caí


es que caí.


Verticalmente.


Y con horizontales resultados.


Soy, del ángulo recto


solamente los lados.


Ignoro el arte monumental del sesgo,


esa torsión ornamental del héroe


que hace que su caer se luzca como un salto.


Ese rizo del mártir que, ascendiendo


se sale de la víctima


y su propio tormento sobrevuela


no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,


caigo.


No hay parábola


ni aire, ni fuerza de sustentación.


Un resbalón: espero. Al suelo


llegopor la ruta más breve.


Un alud, una piedra,


una viga a la que han dinamitado.


No hay astucias del cuerpo en mi descenso.


Se sobrevive: el fondo


del abismo es más blando


para quien no vuela, sólo cae.


Si te dicen que caí,


no vengas


a enseñarme aerodinámica revisionista.


No me cuentes de los que cayeron venciendo.


No vengas a decirme


que no crees que haya sido un accidente.


En lo único que creo es en el accidente.


Lo único que sabe hacer el universo


es derrumbarse sin ningún motivo,


es desmoronarse porque sí.

BiciSendas...

Estamos vivos y es lo unico que necesitamos para empezar. J.Leeds