Libros Contemporáneos


En una esquina de la biblioteca Proa I hay una estantería con libros del siglo XIX, el rótulo a un lado dice eso: libros contemporáneos. Nadie los lee, nunca. Aunque una vez alcancé a ver a una mendiga escondida detrás de la estructura de madera, sin ruidos me acerqué a la mujer flaca y harapienta. Sostenía uno de los libros: Iluminaciones. ¡Soy tan desganado! Y nunca leí a Rimbaud, la mendiga parecía absorbida por una de las hojas, tanto que no notó mi presencia hasta que estuve muy cerca. Se asustó, al verme parado allí a su lado, no sé que habrá venido a su mente. Arrojo el libro a un lado, dijo susurrando: - Perdón, entiendo que este no sea mi lugar, y se alejó del rincón con pasos ágiles. Algún tiempo después volví a verla, postrada sobre las paredes del centro de expresiones, reclamando la sutil paga con su mano derecha gastada y extendida. Me sonrió de lado, cómoda en su postura tosca. Comprendo desde entonces que hay de los placeres que están prohibidos a los hombres, ya no volví a frecuentar esa biblioteca.

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