La alegría como valor relativo


Dedicado a Osky que es feliz

Luego de conocer algunos lugares del globo, diversos en situaciones económicas, sociales y de infraestructura, uno puede aprender un factor no varía, hay algo que no cambia y es hay en ellos gente feliz y gente que no lo es tanto. Un danés camina triste a su escuela porque no recibió de regalo el nuevo iPhone, un etíope salta en una pata de alegría porque su tío reparó la cámara de su ya demolida pelota de fútbol y esta tarde puede volver a jugar. Una maestra de escuela protesta fastidiada por la rotura de la uña de su dedo pulgar derecho, un obrero metalúrgico sonrie porque las consecuencias del accidente se limitan a la amputacion de una de sus falanges en lugar de la de su mano completa. En física mecánica se habla de un marco referencial, se dice: yo me muevo con respecto a algo, puedo ir por una autopista, al adelantarme a un camión, la velocidad del camión que veo desde el auto no es la misma que la que observa una persona a un lado de la ruta, a esto refiere el marco de referencia, todo lo mido de acuerdo de donde estoy parado. Con la felicidad puede que suceda exactamente lo mismo, podemos intuir que no somos mas dichosos que un argentino en 1850, solo por tener energía eléctrica y tablets, el marco referencial es otro, puede que el tipo se deleitase en leer novelas de Dickens bajo la caliente luz de una vela , lo cual brinda una alternativa interesante a la hora de definir nuestra filosofía de vida y nuestra estrategia para ser felices. Esta radica en saber elegir nuestro marco de referencia, forzar su definición para activar nuestra felicidad a través de maximizar la distancia a la tristeza en nuestro elegido marco referencial. Si tengo un Renault 12 puedo agradecer no andar a pie (hace algunos años este auto era tope de gama), si tengo una tos tremenda puedo agradecer no tener que estar internado por un asma irreversible, si solo pude tener un hijo puedo deleitarme sabiendo que muchos nunca podrán hacerlo. El corolario es quizás que en cualquier situación bastaría con el ejercicio de la razón para identificar un nuevo y practiquisimo marco referencial que maximice nuestra felicidad relativa y nos eleve mágicamente a la cumbre de nuestra inventada pirámide de posibilidades de dicha. Alguno puede identificar a esto como un mero ejercicio de conformismo, puede que lo sea, pero lo cierto es que la pendiente no cede, siempre hay y habrá un escalón más en el perpetuo ascenso, y si es que vamos a tomarnos la eterna tarea de subir la escalera, qué mejor que hacerlo sonriendo porque entendemos que es hoy un nuevo día, respiramos, (estamos vivos), abrazamos nuestra felicidad relativa reposando en nuestro razonado, flamante y comodísimo nuevo marco referencial.

Son Fiume

Si despliego en el piso de la cocina
el contenido completo de nuestro freezer
podrán verme
(quienes quieran visitarme)
sentado en canasta
estudiando la materia
que seré yo
en los meses que vengan.
De este modo entenderán mis uñas:
(cuando las corte)
estaré quizás
liberando al medio 
nuevamente
las partículas que formaban una congelada milanesa
- pobre pobre ganado vacuno que ya no es - 
¿Que suerte les espera a las albóndigas?
Está claro:
Serán arrastradas ellas
por la escoba ancha de mi peluquero
cuando finalmente organice y reduzca
mi caos capilar
(nada puede la entropía contra una tijera)
El río será mucho de lo que fui,
mis pestañas arriesgo,
estarán hechas de ex-lechuga,
tanto se perderá,
pero dejen que me quede
en la certeza de que
"7 de cada 10 gramos de lo que soy
son agua que tomé
hará, que se yo
unos pocos días".
Quiero decir que soy mucho Paraná y Amazonas
Quiero decir que entonces he recorrido
de Sudamérica
el barro y las piedras,
(fríos y turbulentos)
sin más esfuerzo
que el de aceptar la pendiente del mundo.
Si despliego en el piso de la cocina
el contenido completo de nuestro freezer
podrán verme
(quienes quieran visitarme)
contemplando lo efímero y continuo de mi esencia
y la particularidad
de ser todo.
Adiós partículas, adiós

Sosias

Conozco (pero a la vez no) a dos Mario Ortiz (y son a la vez dos Carlos Bianco)

  • El uno escribe
  • El otro ajusta luces de válvulas en enormes motores de combustión interna.

Hace falta decirlo: del primero conozco sólo los textos, del segundo sé en cambio,  la minucia y monotonía del trabajo de operario en una sinuosa línea de producción. Lo que es a Mario Ortiz el plástico de un teclado o la madera pintada del lápiz, es a Carlos una galga de calibración, una delicadísima llave Allen (que se dobla y danza). Ambos despliegan su arte como un mantel al viento, irrumpen y destruyen el silencio de un martes con el sonido de clarinete que es siempre un texto (el uno), con el suspiro exquisito de un motor de acero calibrado, susurrando como un felino en uno de los cuatro dinamómetros del E4 (el otro).
Hace falta decirlo: comparten ambos la intensidad en sus lentes aéreos, la agudeza facial, la barba rala, la ocurrencia y el despliegue. Nunca discutí con Mario Ortiz acerca de potenciales mejoras de proceso ni de modificaciones en la disposición del herramental. Eso sí lo hecho en cambio con mi amigo Carlos Bianco (¿puedo llamarlo amigo?), quien supo verme la primera vez y comprender por repetición mi naturaleza de técnico pobre, mis limitaciones de recién salido y responder entonces a preguntas obvias y sugerencias torpes con la calma de un antiguo mago de montaña, señalando los compresores con un voluminoso martillo de goma (“nunca lastimar la tapa de balancines pibe”)
Supongo el mismo cuidado maternal ha de tener Mario Ortiz con sus textos clarinete, la misma templanza para dejarlos girar libres como lo hace Carlos con el plateado diámetro de un cigüeñal.
Dios puede divertirse jugando generala todo lo que quiera, quién sabe cuánto tiempo más me llevará volver a descubrir, alguna otra de sus secretas y sutiles simetrías.

BiciSendas...

Estamos vivos y es lo unico que necesitamos para empezar. J.Leeds