Sucede que no hay fin en este tipo de historias, son erupciones violentas del cuerpo que se saben esconder en textos que empiezan y terminan; desde siempre abandonando en lo que sigue la sensación trágica que sugiere el sin sentido llano y la idea probable que nada empezó ni terminó, aún cuando tan fehacientemente un punto se plante honesto, despidiendo como un pañuelo al lector que ahora se aleja, a la vez extrañado, a la vez ofuscado e irreversiblemente herido.
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Hace 8 años
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